El muralismo mexicano de vanguardia.
Algunas ideas inexactas en su apreciación desde la crítica de arte (1950-2000).
Silvia
Fernández
CEPE-UNAM
Es frecuente que el historiador del arte al impartir una
materia como el Muralismo Mexicano del Siglo XX (1922-
1955) deje de lado la complejidad de la ruta crítica de las
obras de arte a estudiar, que también forma parte de la
apreciación de la obra de arte, presentando únicamente su
punto de vista; lo cual repercute en los estudiantes, quienes
al acudir a la bibliografía tan abundante y controvertida
del tema, no tienen una verdadera guía de análisis que
los sitúe frente a las diversas corrientes de interpretación.
Es por ello que propongo en este artículo, algunas ideas
que puedan apoyar al lector interesado en el estudio del
muralismo de vanguardia.
¿Por qué le llamo muralismo de vanguardia? El término
“vanguardia” proviene del ámbito militar y significa
“el que marcha al frente”. Ya aplicado al arte, antes del
arte moderno se consideraba como vanguardia “a los precursores
en cierta medida prematuros, es decir, a todos
aquellos que habiendo vislumbrado alguna forma nueva,
permitieron que fueran otros quien la explotaran, llegada
la época de la madurez”.1 Pero en la época moderna de
principios del siglo XX, nos dice Ragon, que la palabra “vanguardia”
en el sentido estrictamente artístico no se va a
centrar en el carácter tanto de anticipación, como en el
valor de innovación y en el rechazo de la sociedad en la que
vive el artista:
La vanguardia está al nivel de la protesta permanente —escribe
Cabanne— y en oposición, si no en ruptura, con los
sistemas establecidos. Los artistas de vanguardia son
“personajes” […] fuera de serie que se sitúan, por la fuerza
de las cosas, en la controversia y el escándalo.2
Así surgió el término “vanguardia histórica” para designar
a las corrientes artísticas europeas, desde Manet
hasta el surrealismo. Sin embargo, también se puede
usar el término “vanguardia” para todo el arte moderno,
por extensión a una postura innovadora, de ruptura, de
controversia, que podemos aplicar al movimiento muralista
mexicano de principios del siglo XX, y que sabemos
se desarrolló de una manera paralela a las vanguardias
históricas europeas en México y en América.
Al hacer una lectura de los críticos de arte que han tratado
el tema del muralismo, me encuentro con aquellos
que están de acuerdo con sus postulados, como la extensa
obra de Raquel Tibol, los artículos de Alberto Híjar y
Antonio Rodríguez y Esther Cimet, entre muchos autores.
En ocasiones estos autores hacen una apología de sus
artistas como se observa en este texto de Híjar:
[...] romper con las prácticas del tianguis, instaurar la modernidad
con la evidencia de los materiales constructivos
industriales y una organización de servicios públicos
innovadores de salud y esparcimiento se concibió como
parte de un gran proyecto educativo que no podía llevarse
adelante sino con la participación de los muralistas de izquierda.
3
Pero también encuentro a los críticos que lo atacan o
tratan de minimizar sus logros, como sería Luis Cardoza
y Aragón, quien según la cita de Diego Rivera dice:
Este Cardoza ha escrito, hablado de la pintura mexicana
en su libro La Nube y el Reloj: “aborrezco la pintura revolucionaria”,
y al referirse al trabajo de Diego Rivera que tiene
contenido político progresista exclama, irónicamente,
“este Diego es tan buen pintor que no consigue dejar de
serlo a pesar de su pintura política”.4
También Jorge Alberto Manrique expresó:
El pintor mexicano más discutido, el de vida más azarosa,
para unos el teórico formidable, el guía, el maestro definitivo,
para otros apenas algo más que un forajido [...] Farsante,
fabuloso, mitómano, pero a la vez íntegramente verdadero
en mucha de su pintura.5
Y así tenemos a otros muchos críticos que no están
muy de acuerdo con la obra de los muralistas: Rita Eder,
Renato González Mello, los investigadores de CURARE,
pero quizá el más acérrimo de todos fue Octavio Paz.
Hay una tercera corriente de críticos como Justino
Fernández, considerado como el historiador clásico, sobrio,
al que siempre hay que acudir, así como a las investigaciones
de Alicia Azuela y las puntuales aportaciones
de Maricela González.
Pero la mayoría de las veces en las explicaciones sobre
el fenómeno en su conjunto quedan sin respuesta muchas
interrogantes y algunos de los argumentos son
inexactos. Por tal motivo es necesario ordenarlos como
haré a continuación y anotar las nuevas investigaciones
y estudios que documentan cómo se han superado dichos
conceptos.
Argumento inexacto: El muralismo inicia el arte moderno
en México.
El arte moderno tiene su propia dinámica. Cronológicamente
abarca de 1890 a 1921, antes de los murales de
1921, como lo han estudiado Fausto Ramírez,6 Laura
González Matute,7 Karen Cordero8 y Luis Martín Lozano,9
quienes han demostrado que el arte moderno en nuestro
país surgió antes del muralismo. La diferencia que encuentro
entre ambos es que el arte moderno en México,
en un principio no alcanzó el mismo reconocimiento internacional
que el muralismo.
Argumento inexacto: El muralismo como el creador de la
pintura nacionalista.
La pintura nacionalista se desarrolló en la última etapa de
la Academia de Bellas Artes con la pintura de paisaje de José
María Velasco y con el inicio del impresionismo de Clausell.
Paisaje de José María Velasco.
De acuerdo con los estudios de Fausto Ramírez10 y Abelardo
Villegas,11 por citar solamente las últimas expresiones nacionalistas
que se dieron en el siglo XIX. Sin embargo, hay
que aclarar que el muralismo no inició el tema nacionalista,
pero sí desarrolló un nacionalismo distinto al del siglo
XIX. El nacionalismo decimonónico respondió más a la necesidad
de reafirmarse como nación frente a las invasiones
extranjeras. En cambio, el del muralismo fue un nacionalismo
basado fundamentalmente en los temas históricos
de la Revolución Mexicana, en las manifestaciones del
arte popular, la recuperación del mundo prehispánico, la
idea de la democracia popular, emanada de un nuevo pac-
to social como fue la Constitución de 1917. “Nacionalismo
de la posrevolución” como lo denominó Aurelio de los
Reyes en su video que lleva ese título, y que forma parte de
una colección producida por el Instituto de Investigaciones
Estéticas. Aunque ya en los años treinta, como señala
Desmond Rochofort, se reconsidera la nacionalidad y se
hacen lecturas no solamente de los episodios revolucionarios
y populares sino de toda la historia patria.
Argumento inexacto: El Dr. Atl fue el primer ideólogo del
muralismo.
Gerardo Murillo, el Dr. Atl, tuvo una influencia muy importante
en las aspiraciones de los pintores muralistas,
cuando eran sus alumnos, y fue él sin duda alguna quien
pensó por primera vez en resucitar la pintura mural en
México. La influencia del Dr. Atl se enmarca en las ideas
anarquistas italianas, que llevaron a los artistas a usar
métodos de lucha obreros —como la huelga de la Academia
con objeto de pedir la remoción de su director— y a
experimentar con nuevos métodos y técnicas, como lo
demostró Olga Sáenz en su tesis doctoral.12
Pero en los hechos, el movimiento muralista tuvo
como ideólogo principal a David Alfaro Siqueiros, no sólo
porque fue quien redactó los dos primeros manifiestos
que definieron el proyecto de los muralistas, como fueron:
“Tres llamamientos de orientación actual a los pintores
y escultores de la nueva generación americana”, de
192113 y el “Manifiesto del sindicato de obreros técnicos,
pintores y escultores”, de 1923,14 sino porque el Dr. Atl no
propuso un nuevo lenguaje y nuevos contenidos. En este
sentido sería aplicable el término de vanguardista antiguo
como lo dijimos antes, ya que sus ideas fueron desarrolladas
por otros mas no por él.
Argumento inexacto: El muralismo rompe con las vanguardias
europeas.
Esta idea considera que el muralismo mexicano, al romper
con las vanguardias europeas de principios del siglo
xx, redujo la expansión del arte moderno en México.
Quizá el tipo de lenguaje plástico que Diego Rivera había
desarrollado en Francia es el que él voluntariamente
dejó. Sin embargo, lo que aprendieron tanto Rivera como
Siqueiros en su estancia y contacto con las vanguardias
europeas, los influyó para siempre. Con ello se quiere
decir que estos dos artistas rompen con el modernismo
que se estaba dando en México, mas no con las vanguardias.
Rivera tuvo una influencia muy marcada de Paul
Cézanne, Amadeo Modigliani, del propio cubismo. Por su
parte Siqueiros la abrevó del cubista Fernand Léger,
Henri Matisse y sobre todo de los futuristas italianos que
lo llevará, durante toda su vida, a buscar el movimiento
en la pintura, estos aspectos han sido estudiados por
Esther Cimet15 y Luis Martín Lozano;16 y respecto a José
Clemente Orozco, nunca nadie ha dudado de su estilo
expresionista, que desarrollará de una manera paralela
a las vanguardias históricas europeas sin haber tenido
contacto con ellas, pues Orozco no viajó a Europa sino
hasta los años treinta, ya con una buena obra mural desarrollada.
Argumento inexacto: La Vanguardia contra el realismo.
Al considerar que solamente la vanguardia es la europea,
con su propuesta de “el arte por el arte”, se critica arduamente
el realismo de contenido social de los muralistas
mexicanos. Pero como indiqué antes, nunca dejan de tener
algún elemento del nuevo lenguaje formal de las
vanguardias europeas en sus murales; y si bien la tendencia
en Europa era no hacer un arte realista de contenido
social, los muralistas hicieron un arte nuevo, distinto
y, precisamente por eso, se convirtieron en vanguardia
como lo propone Esther Cimet.17
Argumento inexacto: Los murales de los años veinte son
considerados como un bloque.
Los primeros murales de los años veinte, respondieron
más a una influencia de las ideas de Vasconcelos y del
estilo de los modernistas, no tanto a las nuevas ideas de
los muralistas del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores
y Escultores. Esta diferencia entre los primeros murales
encargados por Vasconcelos y los que hicieron Jean
Charlot, Siqueiros y Rivera en la Secretaría de Educación
Pública es muy importante, porque demuestra que respondieron
a dos proyectos pictóricos distintos, como lo
puntualizan Nincola Coleby18 y Julieta Ortiz.19 Renato
González20 también ha hecho una nueva lectura de los
murales de Diego Rivera y Orozco que corresponde al uso
de símbolos que provienen de la masonería de ese mismo
periodo de los años veinte, a diferencia de los murales
prosocialistas.
Argumento inexacto: El arte de Estado es lo mismo que el
arte patrocinado por el Estado.
Los críticos acérrimos del muralismo le niegan valor
porque consideran que es un arte oficial. Esther Címet21
y Ricardo Pérez 22 han precisado las diferencias entre distintos
tipos de arte promovidos por el Estado, como: el
método de pintura de Best Maugard, que se convirtió en
obligatorio para las escuelas primarias, así como las clases
de danza tradicional (con el jarabe tapatío), entre algunas
de las manifestaciones nacionalistas que se “oficializaron”
por así decirlo, al hacerlas obligatorias. En
cambio, la obra mural de Diego Rivera, Orozco y Siqueiros,
si bien en ciertos momentos tuvieron que hacer concesiones
al estado, éstas fueron mínimas y sí marcaron
una clara independencia, al principio, de las ideas
vasconcelianas, y después, de los conceptos tradicionalistas
y folcloristas de otras manifestaciones de arte también
promovidas por el gobierno. Aunque el gobierno fue
su mecenas por decirlo de alguna manera, su patrón, los
pintores buscaron siempre la manera de expresar libremente
su arte, en el periodo de 1922-1949 en que fue la
vanguardia pictórica del país.
Por eso resultan muy significativas las palabras de
Orozco:
Retrato de Orozco realizado por Siqueiros.
Lo que diferencia al grupo de pintores murales de cualquier
otro grupo semejante, es su capacidad crítica. Por la
preparación que la mayor parte de ellos tenía, estaban en
la posibilidad de ver con bastante claridad el problema del
momento y de saber cuál era el camino que había que seguir.
Se daban cuenta perfecta del momento histórico en
que les correspondía actuar, de las relaciones de su arte
con el mundo y la sociedad presentes. Por una feliz coincidencia
se reunían en el mismo campo de acción un grupo
de artistas experimentados y gobernantes revolucionarios
que comprendieron cuál era la parte que les correspondía.
El primero de ellos fue don José Vasconcelos.23
Argumento inexacto: La pintura de contenido político no
es arte.
En la política siempre hay posiciones contrarias, y más
aún, cuando una idea política se precisa, las reacciones
se vuelven mucho más encontradas y álgidas. Así,
los críticos del muralismo, especialmente Octavio Paz
y los de la llamada “ruptura” —como Cuevas— le niegan
su valor. En este sentido, hay que estudiar la trayectoria
del arte europeo, en el cual —según nos dice Mario de
Michelle—24 los artistas franceses participaron activamente
con su arte en la Revolución Francesa (como
Delacroix con “La Libertad”), pero al ser derrotada la
Comuna de París hay un desencanto y una evasión de los
artistas respecto al arte de contenido político, y esta idea se
reafirma con las vanguardias de principios del siglo XX que
proclaman “el arte por el arte”. De tal manera, se trata de
toda una época en Europa en contra del arte de contenido
político y más aún, como consecuencia de la Primera Guerra
Mundial, cuando los dadaístas proclaman la muerte del
arte. ¿Pero quién puede negar el gran valor artístico y simbólico
del “Guernica” de Picasso?, el mismo autor una vez
declaró que su arte había cambiado después de la guerra.
En lo que respecta a México, nuestros artistas Rivera y
Siqueiros se vieron influidos por las ideas del arte político
de Elié Faurié en su famoso encuentro en Europa en
1919, donde ambos discuten con el francés estas ideas,
también motivados por el triunfo de la Revolución Rusa
de 1917, como bien lo anota Desmond Rochfort.25 Pero el
compromiso que ambos establecieron con el pueblo
mexicano que acababa de salir de una revolución los llevó
a crear un arte mural digno de las gestas revolucionarias
que acababa de vivir el país.
Diego Rivera expresaba el siguiente argumento:
Respecto al arte de contenido político revolucionario, sólo
se puede decir que tanto por su contenido como por su forma
debe ser susceptible de gustar a la masa y de ser útil a
sus intereses de clase. Pero, como hemos visto que la forma
y el contenido son inseparables.26
Argumento inexacto: Es lo mismo la pintura mural que la
Escuela Mexicana de Pintura.
Esta es una idea ampliamente difundida, pues para muchos
críticos era más fácil englobar estas dos corrientes
que estudiarlas, como nos presenta su evolución Leonor
Morales27 e incluso el propio cuestionamiento del término
que hace Luis Martín Lozano28 quien nos demuestra
que no es lo mismo el muralismo que la pintura mexicana
moderna, ya no “escuela mexicana de pintura”, porque
tienen propósitos muy distintos, diversas vertientes y técnicas
diversas, entre otras diferencias.
Considero que la pintura mural de vanguardia de Diego
Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros,
debe estudiarse aparte porque tiene otros propósitos respecto
del desarrollo propio de la pintura de caballete, pues
con sus postulados de arte público y con las ideas prosocialistas
que subyacen en ella (por citar sólo dos ejemplos
que la diferencian de la pintura de caballete), debe considerarse
como un capítulo aparte, independiente.
Argumento inexacto: Oponer lo nacional contra lo universal.
Es innegable que toda la historia del arte está teñida de
localismos, nacionalismos, lo cual no le resta valor; éste
no emana sólo de lo local, sino de cómo un tema se trata y
logra convertirse ya no únicamente en símbolo nacional
sino universal. Tal es el caso de nuestros tres grandes
muralistas. Es por ello que toda la discusión que hace Juan
Acha29 al respecto resulta confusa y no logra aclarar la
cuestión. Por supuesto, no toda la obra mural de los muralistas
logra trascender, pero una gran parte del reconocimiento
que México tiene a nivel internacional en la historia
del arte ha sido a través de los muralistas precisamente
porque muchas de sus obras sí lograron trascender el nacionalismo.
Argumento inexacto: El muralismo sólo desarrolló temas
nacionalistas.
Si bien podemos decir que los temas históricos fueron
recurrentes: las gestas revolucionarias, los héroes patrios;
el nacionalismo también trató temas populares.
Creó un nuevo nacionalismo que reflejó con claridad el
nuevo pacto social emanado de la Revolución Mexicana
con la Constitución de 1917. Aunque hay un predominio
de estos temas, no podemos dejar de anotar los llamados
a una democracia, a un socialismo, al internacionalismo
proletario, que bien reflejan gran parte de los murales de
cada uno de los autores. Y para asombro de muchos, hay
temas de carácter científico que los preocuparon y que
desarrolló Diego Rivera, como lo estudia Linda Downs,30
o como los estudios de efectos ópticos de la “perspectiva
poliangular”, que tanto preocuparon a Siqueiros en toda
su trayectoria.
Diego Rivera.
Argumento inexacto: Considerar a Rivera, Orozco y Siqueiros
en bloque.
Es muy importante distinguir las diferencias entre las obras
murales de cada uno, no solamente su estilo, sino en sus
preocupaciones políticas, en sus intenciones pictóricas. El
establecimiento de sus diferencias nos llevará a comprender
con profundidad los aportes de cada uno de ellos.
Argumento inexacto: El muralismo de vanguardia llega a su
fin con la “ruptura”.
Idea que difundió ampliamente Octavio Paz y que secundaron
Jorge Alberto Manrique31y Rita Eder.32 El muralismo
no se termina con la corriente pictórica de la “ruptura”,
eso es darle una importancia artística a Cuevas y
otros artistas, que aún no tenían.
El muralismo a finales de los años cuarenta ha dejado
de ser vanguardia —por muchas razones— que es diferente
a simplificarlo con el movimiento de la ruptura.
La tesis de licenciatura de Gustavo Hernández33 demostró
con la investigación hemerográfica cómo desde la
fundación del Comité de Pintura Mural promovido por el
Instituto Nacional de Bellas Artes en 1947 se advierte ya
un descontento entre los pintores jóvenes quienes reclaman
nuevas oportunidades y ya no desean la dirección de
los “tres grandes” (Diego Rivera, José Clemente Orozco y
David Alfaro Siqueiros), hay una descomposición del
movimiento muralista y por lo mismo las generaciones
de artistas jóvenes están en búsqueda de nuevos derroteros.
Por eso se explica que no prosperara el famoso
comité pro muralista.
Pero en la citada tesis de Gustavo Hernández se sostiene
que con las dos exposiciones de Rufino Tamayo en la
Ciudad de México de 1947 y 1948 quedó asentada una
discusión tremenda entre los tres grandes y Tamayo, así
como con los críticos de arte respecto a la obra de Tama-
yo, que marcaba un nuevo rumbo y empezaba a abrir una
brecha en este nuevo periodo de búsqueda de los artistas
jóvenes.
Por lo tanto, el propio movimiento muralista de vanguardia
se desgastó y otros artistas fueron ocupando el
lugar de la vanguardia. Pero no fue Cuevas, ni la ruptura,
eso sucedió posteriormente.
También hay que considerar las muertes de Orozco y
Rivera.
Sin embargo, al estudiar detenidamente el periodo de
los años cincuenta, los murales tan importantes de la Ciudad
Universitaria, el teatro Insurgentes, el cárcamo de
Chapultepec, los murales del hospital de la Raza, no pueden
ser considerados de poca importancia y mucho menos
pensar que el patrocinio del Estado se ha agotado. ¿Entonces
qué es lo que se ha transformado?, efectivamente, al
releer con cuidado las propuestas de Siqueiros y las de
Carlos Mérida nos damos cuenta que las de Siqueiros hablan
de nuevas técnicas, pero sigue insistiendo en sus
contenidos ya obsoletos para el nuevo proyecto de carácter
funcionalista de la Ciudad Universitaria. En cambio por su
parte Carlos Mérida declaraba:
La pintura en su estado actual se encuentra en un callejón
sin salida; seguirá teniendo vida precaria mientras no
vuelva a su función natural. La pintura contemporánea es
toda invención; pero no llegará a su plenitud sino hasta
que canalice en pintura funcional. De nada servirá utilizar
modernos materiales si las ideas son producto de tal academia.
La pintura hay que fundirla en el cuerpo arquitectónico
y no tomarla como ornamentación. Este es el muralismo
que avizoramos.34
Mural de Teatro Insurgentes por Diego Rivera
Así las propuestas de Mérida de 1953 fueron mucho
más avanzadas y acordes con el nuevo proyecto arquitectónico
de la integración plástica, que las ideas de Siqueiros,
aunque su escultopintura de rectoría no deja de ser
interesante.
A través de estas reflexiones de los argumentos inexactos,
es necesario precisar los aportes del muralismo de vanguardia
de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David
Alfaro Siqueiros. Tales aportes a la historia del arte nacional
y universal fueron:
– Generar una corriente nueva de arte en México y en
34 Carlos Mérida, “La pintura
funcional”, en Escritos
de Carlos Mérida sobre arte:
El Muralismo, pp. 133-134.
El muralismo mexicano de vanguardia 41
A R T E
América, de trascendencia internacional.
– Desarrollar nuevas formas de organización para
producir arte mural.
– Crear un arte monumental de vanguardia.
– Crear nuevas formas de distribución del arte con el
“arte público”.
– Usar el lenguaje de la pintura moderna en la pintura
mural.
– Crear símbolos nacionales y símbolos universales.
– Revalorar el arte popular.
– Recrear el mundo indígena.
Mural de Diego Rivera
– Desarrollar un arte didáctico.
– Impulsar un arte de compromiso social.
– Inventar nuevas técnicas de expresión artística
mural.
– Retratar las aspiraciones socialistas e internacionalistas
de toda una época.
La ruta crítica de un estilo, de una época, como en el
caso del muralismo de vanguardia, se va construyendo
con el estudio, con la crítica, con la discusión de las ideas
y sobre todo con las nuevas investigaciones que van
aportando nuevos conocimientos. Todo ello debe conocerse
de acuerdo con su época para comprender los avances
del pensamiento de la historia del arte de nuestro país.
De esta manera espero que con este artículo el lector
pueda tener una mayor comprensión de la complejidad y
riqueza de la historia y de la crítica que despertó el muralismo
de vanguardia en México.
Por eso me gustaría terminar con una cita de Orozco
para invitarlos a seguir en el estudio del muralismo:
La forma más alta —de la pintura— más lógica, más pura y
fuerte, es la mural. Es también la forma más desinteresada,
ya que no puede ser convertida en objeto de lucro personal;
no puede ser escondida para beneficio de unos cuantos
privilegiados. Es para el pueblo. Es para todos.
José Clemente Orozco.35
Obra titulada Prometeo de José Clemete Orozco.
35 José Clemente Orozco, en
Pintura Mural de México,
p.62.
42 Silvia Fernández
A R T E
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